martes, 14 de septiembre de 2010

Un mundo ideal

Espero impaciente mientras el contenido de la última lección de física se guarda en el pendrive, una vez concluido el proceso lo desenchufo del ordenador y lo conecto a mi memoria externa. Es un pequeño chip metálico apostado en la parte trasera de mi cabeza, que se oculta bajo una mata de cabello pelirrojo. Y todo listo.
Oigo el zumbido de los engranajes haciendo ruido mientras absorben toda la información del chip y la asientan en mis circuitos neuronales. Finalmente desaparece y de súbito encuentro mi cabeza llena de fórmulas y problemas, todos ellos perfectamente inteligibles y sencillos. El aprendizaje me ha llevado veinte minutos, pero todo parece estar en orden, desconecto el pendrive, vacío su contenido (ahora correctamente almacenado en mi memoria) y lo dejo en una vitrina junto a otros cachivaches electrónicos.
La verdad es que a mi modo de ver veinte minutos de mi tiempo son un precio más que excesivo por tan poca información. Cuando yo nací, el sistema de fijación de vías neuronales por estimulación artificial a través de microchips, estaba ya implantado y por eso nunca en mi vida he tenido que estudiar para aprender algo. Mis padres siempre me han hablado de ello como la más tediosa de las tareas…debía de serlo, no puedo siquiera imaginármelo, pero a mi generación es algo que nos queda muy lejos, nos hemos acostumbrado a esto y no somos capaces de imaginarnos algo distinto. Dicen que estamos mal acostumbrados, pero eso siempre se ha dicho de los jóvenes.
Mi cuarto es un pequeño cubículo cuyas paredes están cubiertas de estantes de distintas variedades, en ellos tengo toda suerte de artilugios, memorias externas de distintas capacidades, pendrives con copias de información que he tenido que extraer de mi cabeza en algún momento para evitar sobrecargas, pendrives con películas y con juegos informáticos (de ordenador y para la memoria externa)… estos últimos son mi entretenimiento favorito, tienen un programa de base principal a partir del cual cada uno desarrolla en su mente una programación alternativa para poder recrear el juego a su gusto.
En cualquier caso, en estos momentos no estoy realmente dispuesto a jugar a nada, me encuentro en una de las situaciones más decepcionantes de mi vida; siempre son dolorosas, las rupturas, pero esta me ha roto literalmente el corazón. Tengo ganas de hundirme en mis lamentos y no salir nunca más de ellos, de dejar que la autocompasión me arrastre hasta los pozos más profundos de la miseria, de llorar, de gritar y de dormir… pero sería estúpido por mi parte seguir recreándome en este sufrimiento, una parte de mi se niega a olvidar…pero la sensatez reclama mi atención y le vence la partida.
Así que suspiro, y me acerco reticente a una balda, de la que extraigo un paquete rojo, lo desenvuelvo y me enchufo su contenido a la cabeza.
La inteligencia artificial ha ido avanzando a lo largo de los años traspasando barreras que desde siempre se habían considerado infranqueables. Así, los programas más complejos ya no se limitan a controlar nuestro intelecto sino también nuestras emociones, nuestra pasión, la más grande y misteriosa parte de nuestro ser…Y este último dispositivo es solo un ejemplo más de ello.
En mi mente empiezo a visualizar el desarrollo del proceso, lo primero que aparece es una pequeña pantallita;
“¿Está seguro de que desea enviar el fichero amor 003. LOV a la papelera de reciclaje?” doy mi consentimiento mental a regañadientes y a continuación aparece un segundo anuncio;

“eliminando archivo amor 003.LOV” (y debajo una barra verde que muestra el porcentaje de eliminación del susodicho.)
Tarda bastante porque el amor es una emoción que impregna cada uno de nuestros órganos , fluye por nuestra sangre y se adhiere a nuestros tejidos, contamina cada uno de nuestros pensamientos, deseos y decisiones…el cerebro debe enviar una gran señal para que las células del organismo se encarguen de eliminarlo, y lleva su tiempo.
Pero al final la pequeña pantalla desaparece y un nuevo anuncio la reemplaza.
“La eliminación de este archivo podría ocasionarle pérdidas ocasionales de información, ¿Desea eliminar también la subcarpeta “recuerdos del sujeto 003”?”
De las tres opciones que vienen a continuación elijo la de “seleccionar recuerdos” y salvo los más bonitos dejando que el resto sean eliminados junto con el sentimiento.
Por fin me dirijo mentalmente a la papelera de reciclaje y lo borro del disco duro (mi cabeza) después me desconecto el programa y lo dejo en su lugar.
¡La operación me ha dejado exhausto! Me meto en la cama y cierro los ojos plácidamente. Pienso en lo dura que es nuestra vida, la de los seres humanos, y un escalofrío me recorre al recordar la agonía que me ha traspasado este día… ¡como he sufrido…!
Pero ahora todo ha pasado, y gracias al programa que llevo instalado y que controla mis sueños pronto mi imaginación me transporta a lugares insólitos y remotos, donde las personas no son personas de verdad y siempre soy feliz.

sábado, 4 de septiembre de 2010

russian roulette

Como una ruleta rusa, los comienzos de las relaciones son como un mortífero juego de azar.
Hay que manejar perfectamente el tira y afloja; saber combinar el fingir indiferencia con el mostrar interés. Las medidas justas para cada persona, teniendo en cuenta entre otros; su orgullo, su inseguridad, su apego…
Porque de tanto tirón a veces la cuerda se rompe. ¡Zas! La pistola se dispara, y por desgracia (al menos en la mayoría de los casos) está cargada.
Al final del día cuenta más como sepas manejar a la persona que te atrae, que el que realmente estéis hechos el uno para el otro; Si nos quieren de verdad, nos damos cuenta, nos asustamos y salimos corriendo. Si pasan de nosotros o nos utilizan, nos enamoramos.
Por nuestra incapacidad de ver más allá de ese juego, muchas veces perdemos la oportunidad de estar con gente realmente fascinante, mientras que otras, acabamos con personas que no nos aportan nada y solo nos hacen sufrir.
¿De verdad es eso amor? Si lo es, no tiene nada de bonito, no es más que la falta de confianza en nosotros mismos, que nos hace sentirnos llamados por aquél que, por despreciarnos, nos transmite que es mejor que nosotros, remueve nuestra vanidad, y nos hace sentirnos fascinados, atraídos, no por la persona en sí, sino por nuestra necesidad de creer que estamos a su altura.
El amor, la obsesión, la atracción física o la dependencia emocional son cosas difíciles de distinguir y definir, hay que aprender a dejar de confundirlas.

Todos nos acostamos pensando en alguien, pero ¿En quién piensa la persona en cuestión? ¿Y quién pensará en nosotros? Aunque es complicado de saber, parece probable que sean pocas las veces en las que dos sueños se entrecruzan.